Si sois un poco observadores, os habréis dado cuenta cuando vais de viaje por Andalucía, que nuestro paisaje está cambiando por la desaparición masiva de las chumberas, esas plantas que parecen cactus, porque lo son, y que se han usado durante muchísimo tiempo, cinco siglos, casi na, para delimitar lindes y parcelas de manera natural y barata, ya que sus púas han sido elemento disuasorio de animales que atacaban el ganado.

Pues bien, estas queridísimas plantas que forman parte del patrimonio paisajístico del sur y de nuestra memoria cultural, se mueren poco a poco y sin tregua por culpa de la cochinilla del carmín, un parásito que se alimenta de la savia de las chumberas, debilitándolas hasta tal punto que acaban matándolas.

La cochinilla del carmín ha sido usada desde tiempo inmemorial para tintar tejidos y ha sido muy valorada en la elaboración de cosméticos y últimamente como producto alimentario, pero desde que ha dejado de ser rentable su explotación, han proliferado de tal forma que están acabando con las chumberas y escasean los depredadores naturales de estos insectos.

¿Por qué la administración no hace nada por salvarlas? Porque las chumberas están consideradas plantas invasoras no autóctonas que llegaron a España durante el descubrimiento de América, junto con la cochinilla del carmín. (No sé qué harían si enfermasen las patatas y los tomates).

Así que el control y tratamiento corresponde a los propietarios de las parcelas donde se encuentran. ¿Qué hacer entonces? Empapar la planta con una fórmula mágica que limpia y cura las chumberas, ahí va la receta:

“1 vaso de jabón potásico (que es un insecticida y acaricida que combate eficazmente al pulgón, la cochinilla, la mosca blanca, los trips y la araña roja, entre otros; sin toxicidad para el ser humano y otros animales) + 5 litros de agua.”

Más barato y fácil imposible y teniendo en cuenta que su fruto, el higo chumbo, se consigue gratis en el campo, que ha quitado mucha hambre durante siglos y ha ayudado a la economía familiar de aquellos que se dedicaban a recogerlos , limpiarlos y pelarlos para que pudiésemos degustarlos sin problemas, creo que merece la pena salvarlas.

Nosotros en el centro de naturaleza Encinar de Escardiel ya lo estamos haciendo, una vez a la semana porque hay que ser insistente, pero poco a poco van recuperando su aspecto sano y normal.